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La alimentación es un derecho humano fundamental cuya garantía refleja las desigualdades estructurales existentes a nivel internacional. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 690 millones de personas padecen hambre, lo que corresponde al 9% de la población global. [1] En América Latina, esta cifra alcanza los 48 millones de personas.
En 2019 de acuerdo con la FAO, 750 millones de personas se encontraban expuestas a condiciones de inseguridad alimentaria graves, es decir, una de cada 10 personas a nivel mundial. Por sí misma, esta cifra resulta alarmante, sin embargo, ésta registró un crecimiento como resultado de la pandemia. En América Latina y el Caribe 187 millones de personas carecen de seguridad alimentaria. A su vez, en la región, esta situación afecta en mayor medida a las mujeres, con 69 millones contra 55 millones de hombres.[2]
Paradójicamente, el 14% de la producción de alimentos se pierden anualmente en todas las fases del proceso, incluso antes de llegar a ser comercializados. Esto se traduce en pérdidas económicas por 400 mil millones de dólares, lo que representa casi el PIB de Austria. En América Latina, la cifra de desperdicio alcanza el 11%, lo que equivale a 348 mil toneladas de alimentos anuales.
De esta forma, la seguridad alimentaria, entendida como el acceso económico y físico a alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer las necesidades alimenticias. Para abordar esta situación, la FAO ha establecido cuatro dimensiones sobre las cuales se puede trabajar para avanzar hacia la seguridad alimentaria[3]:
1. Disponibilidad física de los alimentos
2. Acceso económico y físico de los alimentos
3. Utilización de los alimentos
4. Estabilidad en el tiempo de las tres dimensiones
Las ciudades juegan un papel fundamental en la seguridad alimentaria y en la implementación de acciones sobre las cuatro dimensiones. El acelerado crecimiento urbano ha impactado en el cambio de dieta, demandando un mayor consumo de alimentos cuya producción implica un consumo intensivo de recursos hídricos, como carne y lácteos. El 80% de los alimentos producidos a nivel global se destinan a las zonas urbanas, en las cuales se concentra el 55% de la población mundial.[4]
Las ciudades han tomado consciencia de su corresponsabilidad en la seguridad alimentaria y de los impactos que este problema puede generar. Para ello, en 2015 las ciudades adoptaron el Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán, promovido por la ciudad de Milán y la FAO. Actualmente, este protocolo cuenta con más de 200 ciudades adheridas y plantea seis líneas de acción para trabajar por la seguridad alimentaria en las ciudades:[5]
- Gobernanza
- Dietas sostenibles y nutrición
- Equidad social y económica
- Producción de alimentos (incluidos los vínculos urbano-rurales)
- Suministro y distribución de alimentos
- Desechos alimentarios
El Pacto de Milán reconoce que las ciudades enfrentan un reto importante para cumplir los ambiciosos objetivos planteados en este Marco de Acción, por lo cual es necesario que los sectores público, privado, ciudadanía, sociedad civil, academia y ciudadanía, reconozcan su responsabilidad en este problema, se involucren y trabajen en conjunto para alcanzar soluciones.
Desafíos de impacto
Las ciudades son la causa principal de estos problemas pero también es en ellas donde se están implementando soluciones. Por ello, Resilient Cities Network, Fundación Avina y BID-LAB han emprendido la Iniciativa Regional de Ciudades Resilientes con el objetivo de impulsar soluciones innovadoras para abordar estos retos urbanos y fortalecer la resiliencia urbana en América Latina con la participación del sector privado. Los desafíos seleccionados por la Iniciativa son una contribución, desde los principios de la economía circular, a abordar las 4 dimensiones para la seguridad alimentaria y las 6 líneas de acción del Pacto de Milán.
La producción agropecuaria es responsable de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero.[6] Se estima que, en 15 años, la demanda de alimentos se incrementará en 20% por lo que encontrar modos de producción más sustentables es una prioridad cada vez más urgente.[7] El cambio climático está provocando una reducción en la producción de alimentos por lo que es indispensable fomentar la innovación en los sistemas agroalimentarios.[8]
Granjas Urbanas Renovables, proyecto seleccionado en el Desafío de Córdoba, Argentina, propone una solución a los impactos ambientales de la producción de alimentos eficientando el proceso a través de la suma de la generación de alimentos y energía. Este emprendimiento produce hortalizas en granjas ubicadas en la zona urbana mediante hidroponía y los residuos orgánicos son empleados para la producción de biogás. Este modelo innovador permite reducir los recursos asociados a los cultivos y generar energía limpia. Escalar este emprendimiento, permitiría, por un lado, contribuir al abasto de alimentos en las ciudades, minimizando el transporte, los recursos necesarios para el cultivo y supliendo de energías renovables a los barrios.
Arca Tierra, el emprendimiento ganador del Desafío en la Ciudad de México en 2019, a través de una red con agricultores locales para impulsar un modelo de agricultura ecológica. Además de impulsar la producción sustentable a través de la recuperación de técnicas de agricultura tradicional, Arca Tierra promueve la revalorización de la zona chinampera de la Ciudad de México, la cual provee de 40 mil toneladas anuales de producción para el consumo de la ciudad, generando empleo para casi 12 mil personas y un flujo estimado de 245 millones de pesos mexicanos (12 millones de dólares).
Un tercio de los alimentos producidos anualmente se pierden, entre otros, por precariedad logística en la cadena de suministro, como problemas de almacenamiento o transporte. El Pacto de Milán reconoce la importancia de la adopción de medidas para garantizar que el suministro y la distribución de alimentos.
Salvador, Brasil, identificó a la cadena alimentaria como uno de los tres retos de la ciudad sobre los cuales se orientó el Desafío. Combra Food, iniciativa ganadora del Desafío de Salvador Resiliente, es una plataforma digital que contribuye a optimizar la cadena de logística para reducir el volumen de desperdicios vinculando a pequeños productores locales con restaurantes de la ciudad. De esta forma, con el impulso de una cadena de suministro articulada desde el productor hasta los restaurantes favorece el consumo de alimentos estacionales y locales mediante la vinculación del transporte y la logística periurbanos.
“La pérdida y el desperdicio de alimentos también supone un malgasto de recursos naturales como agua, suelo y energía, por no mencionar el tiempo y el trabajo humano derrochados. Esa pérdida y desperdicio empeora además el cambio climático, dado el importante papel de la agricultura en la generación de emisiones de gases de efecto invernadero.”
António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas
Merencena, emprendimiento seleccionado en el Desafío de Asunción, promueve la economía circula a través de la elaboración de bocadillos a base del subproducto de cebada proveniente del proceso de elaboración de cerveza de una de las fábricas del rubro más importantes de Asunción. Estos alimentos son ricos en proteínas, fibras y prebióticos gracias a su base de cebada. Asimismo, los empaques de sus productos son elaborados con un biopolímero peletizado a base de cáscaras de banana y remolacha, reduciendo la contaminación asociada con la producción y el desecho de empaques de plástico. De esta forma, Merencena aprovecha los residuos de otra industria para ofrecer una alternativa nutricional de bajo costo de producción y adquisición con impactos ambientales mínimos.
Una crisis agravada por la emergencia sanitaria
La crisis derivada del COVID-19 ha generado impactos importantes en los sistemas alimentarios. La FAO estima que la crisis del COVID-19 llevará a la desnutrición a entre 83 y 132 millones de personas. En junio de 2020, el Banco Interamericano de Desarrollo realizó un estudio sobre los impactos la emergencia sanitaria en pequeños y medianos productores agropecuarios en América Latina y el Caribe.[9] Entre las principales afectaciones reportadas se encuentra la disminución de ventas por las dificultades de transportación, reducción en la producción por las medidas de confinamiento y caída en la demanda.
Sin embargo, sumado a esta crisis, persiste la amenaza de los impactos del cambio climático y del incremento de la fuerza de los fenómenos naturales en la producción de alimentos, generando un desabasto que afecta directamente la calidad de vida de las personas. Por ejemplo, las sequías de 2017 que llevaron a una declaratoria de emergencia por hambruna en África.[10]
La fragilidad de los sistemas alimentarios ha quedado en evidencia, por lo que adelantar acciones que fortalezcan su resiliencia es una tarea prioritaria en la que los actores del territorio deben implicarse en su conjunto. Iniciativas como las identificadas en los Desafíos contribuyen a impulsar la resiliencia alimentaria y a mitigar tensiones e impactos en las ciudades. Estas pueden ser catalizadores de cambios a gran escala, por lo que promover su replicabilidad en otras ciudades puede contribuir a futuro urbano más resiliente.
Referencias
[1] FAO. (2019) El Estado de la Seguridad Alimentaria 2020. Publicado en http://www.fao.org/3/ca9692es/online/ca9692es.html
[2] UNICEF. (2019) El estado mundial de la infancia 2019. Publicado en https://www.unicef.org/colombia/media/3021/file/El%20Estado%20Mundial%20de%20la%20Infancia%202019:%20Ni%C3%B1os,%20alimentos%20y%20nutrici%C3%B3n.pdf
[3] FAO. (2015) La seguridad alimentaria: información para la toma de decisiones. Publicado en línea en: http://www.fao.org/3/al936s/al936s00.pdf
[4] FAO, 2019
[5] Pacto de Milán. milanurbanfoodpolicypact.org
[6] FAO. (2020) Food systems account for more than one third of global greenhouse gas emissions. Publicado en: http://www.fao.org/news/story/en/item/1379373/icode/
[7] Banco Mundial. (2015) El futuro de los alimentos. Construyendo un sistema alimentario mundialmente responsable. Publicado en: http://documents1.worldbank.org/curated/en/611611468189265737/pdf/100046-SPANISH-WP-PUBLIC-DISCLOSE-7am-10-8-15-Box393216B.pdf
[8] FAO, 2020
[9] BID (2021) Sigue afectando la pandemia a nuestros campesinos. Publicado en: https://blogs.iadb.org/sostenibilidad/es/sigue-afectando-la-pandemia-del-covid-19-a-nuestros-campesinos/
[10] BID (2020) Seguridad Alimentaria. Publicado en: https://www.bancomundial.org/es/topic/food-security